LOS RIESGOS DE BEBERSE EL JUGO DE LAS LATAS Y BOTES DE CONSERVAS

De los melocotones en almíbar a las sardinas en escabeche, pasando por los mejillones, el zumo de los berberechos, el agua de los espárragos o incluso el suero de las mozzarellas. No es extraño haber sentido alguna vez la tentación de beberse ese líquido, pero la duda ante la posibilidad de que sea contraproducente frena. ¿Son sanos y/o aptos para el consumo los líquidos que bañan estas conservas?

Matizando que una cosa es la aptitud para el consumo y otra la conveniencia, al menos de la ingesta directa, podemos decir que por lógica el líquido de las conservas, ya sea acuoso o aceitoso, es apto para el consumo.

En primer lugar porque este fluido, llamado líquido de cobertura o de gobierno, según el Real Decreto 2420/1978, no puede contener sustancias que afecten a la salud humana.

En segundo lugar porque este líquido está en permanente contacto con el alimento, se encarga de conservarlo, de sazonarlo y de distribuir su sabor, así como de proteger su color en el caso de verduras a merced a los antioxidantes que se le añaden, principalmente ácido ascórbico, que es vitamina C. Es decir que la conserva ha sido infiltrada por este mismo líquido durante la conservación, que a veces es también una curación o una fermentación.

Otra cosa es la salubridad del consumo de estas soluciones acuosas o aceitosas en función de su composición. Aunque estén aprobados por la Agencia Europea de Seguridad Alimentara, EFSA, a muchos consumidores les generan desconfianza los aditivos, que en estos casos suelen ser antioxidantes y estabilizantes naturales, pero no en todos.

Si somos reacios a los aditivos no naturales, siempre tenemos la opción de leer en la etiqueta la enumeración de los que contiene la conserva, ya que el fabricante debe hacerlos figurar obligatoriamente y acudir a esta lista de aditivos para ver en qué consisten y decidir así si nos queremos beber o no el jugo de esos berberechos, por ejemplo.

De todos modos, deberemos ser conscientes de que aunque rechacemos el líquido de cobertura, este también se encuentra infiltrado en la conserva que nos comemos.

Si no somos reacios a los aditivos, podemos bebernos el jugo sin reparos, pues por el momento no está demostrado que los empleados tengan efectos perjudiciales, si bien todos son sometidos a revisiones periódicas.

Es más, el jugo de los espárragos, las judías, espinacas o alcachofas conserva buena parte de sus aportes vitamínicos y su sabor, por lo que pude resultar saludable.

Hay que tener en cuenta que, además de vinagre, estos líquidos pueden contener un alto porcentaje de sal, que es lo que precisamente junto a la acidez los mantiene libres de la oxidación y la degradación por parte de microorganismos. Bebernos un líquido salado quizás no sea una buena idea en lo que concierne a la salud.

El reparo es especialmente conveniente en el caso de conservas a base de aceites, escabeches y almíbares. Las conservas en aceite son perfectamente aptas para el consumo humano, aunque conviene tener en cuenta en primer lugar que la ingesta directa de un aceite de este tipo es importante en calorías y puede desequilibrarnos la dieta, así como resultar indigesta dada la cantidad de grasas.

Sin embargo, cabe destacar que en algunos casos, como el de las sardinas o el bonito, el aceite puede contener la cesión de ácidos grasos esenciales omega desde el pescado, que son muy importantes.

Como alternativa a la ingesta directa o al desaprovechamiento, podemos usar estos aceites para aliñar ensaladas o dar sabor a salsas y mayonesas. Y lo mismo se puede aplicar a los escabeches, que funcionan como ingeniosas vinagretas.

Como medida de precaución podemos asegurarnos de que la conserva ha sido realizada con aceite de oliva de calidad o bien con otros aceites también saludables. El precio de la conserva nos puede orientar acerca de la calidad del aceite empleado.

No debemos temer porque este haya absorbido metales de la lata, pues estas deben por ley estar recubiertas de una resina aislante e inerte.

Finalmente están los almíbares, que son jarabes de azúcar empleados para conservar especialmente frutas. Aunque su sabor es atractivo, son altos en glucosa y por tanto un aporte inconveniente de calorías vacías, además de implicar alteraciones en la producción de insulina que a largo plazo pueden desembocar en una diabetes de tipo 2. Por lo tanto no es recomendable su ingesta directa aunque sí podemos emplearlos para endulzar ligeramente algún postre.

Otra cuestión es si atendiendo a pautas de reciclaje y reutilización, así como de elaboración de conservas caseras, incluso de ahorro doméstico, queremos reaprovechar los distintos envases para que vuelvan a guardar alimentos.

En este caso, las actitudes varían bastante, aunque siempre en función del tipo de material con el cual está realizado el envase; no es lo mismo el vidrio que el plástico o el aluminio.

En el caso de que el envase sea de plástico, los riesgos aumentan, especialmente en el campo de la contaminación química, ya que en lavado previo del mismo con jabón y agua caliente, o bien en un lavavajillas pueden generar migraciones de compuestos como el polipropileno o bisfenol A en el caso de qué el envase no sea apto para su reutilización.

Así pues lo principal es cerciorarnos de que el envase incluye en su superficie el símbolo de dos platos y unas rayas en diagonal sobre ellos, lo que permite someterlo a agua caliente.

La mayoría de envases de alimentos precocinados o de conservas que son de plástico no suelen ser aptos para un segundo uso. Si lo son, normalmente lo indican en la etiqueta con la denominación "reutilizable". Así que, por defecto, es mejor no volver a usar envases de plástico de este tipo.

En el caso de latas hechas con aluminio, no es recomendable reutilizarlas por la sencilla razón de que son bastante complicadas de lavar a mano, cosa que siempre aumenta el riesgo de contaminaciones microbiológicas.

Y por el otro lado, porque lavarlas con calor en lavavajillas puede provocar migraciones de iones de la aleación al alimento. Y lo mismo sucede en el caso de las bandejas de aluminio, donde una vez utilizadas, el material protector puede perder sus propiedades y volverse vulnerable a la oxidación, con lo que podría liberar iones al alimento. Sobre todo, si ha almacenado anteriormente alimentos ácidos, tomate, pimiento, etc.

Cuando sí podemos reutilizar un recipiente de conserva es cuando es de vidrio. La razón es que el vidrio es un material muy inerte, duro y resistente a los arañazos y por lo tanto, a los surcos donde puedan instalarse microbios.

También resiste completamente la oxidación y los tratamientos por calor, alta temperatura, con lo cual se facilita su esterilización o bien su lavado en el lavavajillas a alta temperatura.

El punto débil de este tipo de envases está en la tapa, que puede tener abolladuras que impidan la realización del vacío y por lo tanto, promuevan fermentaciones o bien la proliferación de organismos patógenos.

Por otro lado, su lavado puede poco a poco resecar y degradar el material plástico que en la parte superior ejerce presión aislante para el perfecto cerrado de la conserva. Por ello, aunque el frasco en sí pueda ser reutilizado casi infinitas veces, no convendrá aprovechar las tapas más de una o dos veces.

Reutilizar los envases de papel y cartón no es aconsejable desde el punto de vista de la seguridad alimentaria. Es un material frágil, que puede rasgarse y romperse con facilidad. Si se ensucia con cualquier líquido o sustancia, no puede lavarse y, por tanto, su uso ya no es seguro. 

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